Las medicinas antiguas consideraban a el hombre como un todo, mundo y hombre coexisten en perfecta relación como un gran ser o totalidad. La enfermedad era entendida como una disarmonía en esa relación infinita, causada por el conflicto al separarse el hombre del mundo. El ser en su yo sostenido e inexistente, se resiste penosamente a la unión deleitosa en el todo. Los espíritus oscuros toman este lugar sostenidos y dotados de cierto tipo de presencia, drenando la energía de quien penosamente la desparrama hacia ahí. En su matrimonio extático, el ser se expande en el infinito resplandor, en la perfección. En el mundo vivido desde el gran deleite, juega impulsado por los instintos en placer y plena confianza del gran calambre vital, tacto sagrado de la gran perfección que alimenta radiante todo el infinito encantamiento que es este mundo y sus seres.

La intensidad del calambre vital hace chillar a los seres de deleite en el gran canto de la mística naturaleza que todos compartimos. Su tacto significa la caricia de la perfección, la salud, el bienestar. Confiar y reposar en su esencia, soltándonos hacia las vastas profundidades de nuestro ser, es paz. Y eso no es un esfuerzo... esfuerzo es vivir en constante resistencia siendo una sombra que agoniza en locura demente. La pérdida de la memoria de la Gran Perfección... recordar algo pero no vivirlo en el infinito presente... todo mal.

El calambre vital disminuye y según nuestros errores, según nuestra separación... la vida circulará menos en unos lugares que otros. El médico y maestro así hace los pronósticos y los diagnósticos, no es tan difícil a sus ojos. Nuestra relación con el mundo se tornará más tortuosa, hasta que nuestro sentir olvida quién es, entregado aun drenaje oscuro, una ilusión que se derrumba ante la realidad. El mundo comienza a herir y se despliega una vasta enciclopedia de comienzos y desarrollos de enfermedades. Las medicina antiguas sólo entendían una forma posible de sanar: intensificar el tacto sagrado de la Vida en el ser que se debilita abandonado. Técnicas como la herbolaria trabajan en ese medicinal efecto. El antiguo chamanismo (al cual también pertenecen estas previas técnicas) era el arte de conocimiento que no sólo sanaba, sino dotaba al ser de los medios y entendimiento para ser plenamente consciente del proceso de retorno a La Vida, cómo cuidarla y como vivir en poder, aprendiendo los misterios de la existencia.

La vida toma su palacio en ardientemente pasión y la magia inunda desde el Espíritu al hombre y mundo, quien retoma la mágica relación en el todo y descubre que no hay fuerza en este mundo que no le pertenezca. Así, siendo parte de este gran encantamiento, la belleza, felicidad y profunda paz mueven al ese ser en poder y confianza a través de los instintos, en un mundo que no termina hacia todas las direcciones.

La herbolaria

Aprender de los seres que comparten el mundo, en perfecta Unión en Arutam, ha sido siempre renombrado y lógicamente enunciado por nuestros ancestros. Los seres débiles, tacto sagrado abandonado, intentan sobrevivir en un mundo que les resulta insostenible e inadaptable. Este mundo se vive escondiéndose de él, pues sus elementos se perciben como una realidad tan abrumadora, que las mentiras que sostienen permanentemente unos espíritus oscuro en una posición espacio tiempo, se desmoronan y rompen ante la fragilidad de su ilusión enferma.

Cuanto más entregado está el ser a semejante error o posesión, más requerirá el uso de remedios medicinales para sobrevivir.

Mis abuelos miraban las hierbas, y eso significa: plantas, flores, árboles... Veían las estaciones en las que nacían y como se relacionaban con el mundo en los diferentes momentos y lugares. Así aprendían el por qué de su existencia y sus peculiaridades. Exploraban de cerca más tarde: su sabor, tacto, temperatura, diferentes partes, olores y colores. Grandes espíritus llenos de significado en un mundo pleno de sentido. Grandes personalidades blancas de luz y deleite, un sentir que no abandonan, moviéndose lento se deleitan en el paso de las edades. El hombre, oscurecido, tropezando a cada paso en su fragilidad ausente del tacto sagrado, se rompe fortuitamente. El tiempo le hiere y los elementos del mundo le torturan en una relación enferma. Nuestras amadas plantas conservan la memoria en nuestros tés de sus perfectas vidas. Relaciones que en nuestra sangre nos traen una pequeña porción del tacto sagrado educándonos. Aunque el tacto sagrado es único, a veces se puede recordar, otras ya no. La maestría era solo entender al paciente y aproximar la memoria de las relaciones de las hierbas-mundo al hombre decadente. Años de observación y meditación en las profundidades del sentir de este mundo, nos muestran estos misterios de nuestra naturaleza.